¿Sientes que tu vida cristiana no está transformando los lugares más profundos de tu vida?, ¿es posible que no estés experimentando la alegría y la satisfacción en Cristo que la Biblia promete?, ¿estás enojado, amargado o deprimido?, ¿tienes problemas familiares? Cuando vi estas preguntas, no pude sino identificarme en muchos de estos estados. Además las compartí con algunas comunidades cristianas y hermanos cercanos y descubrí que muchos también se identificaban. Es por ello que empecé a cuestionar más en serio el modelo de discipulado que nos enseña a esconder, ignorar y aun negar estas emociones. He de confesar que he usado a Dios para huir de Dios; la Biblia me servía para debatir ante otros, para demostrar "cuanta razón" tengo en mis postulados teológicos, pero no le estaba permitiendo que revelara lo que había en lo profundo de mi corazón. A menudo, leo a Jesús enfrentando a los religiosos y me coloco como espectador; gritando "vamos Jesús, ahí les has dado&q