Muchas estructuras eclesiales han de depender del evento para su subsistencia, razón por la que ciertos eventos no pueden ser tocados aun a pesar de que los cambios sociológicos o nuevas necesidades comunitarias aconsejen otra cosa. En muchas iglesias, por ejemplo, sin el evento de reunión dominical, no se es capaz de recoger fondos para el personal asalariado o mantenimiento de la propiedad, sin el personal asalariado o la propiedad, la iglesia es incapaz de concebir "ser iglesia" o al menos "iglesia efectiva". A veces, esa es la razón por la que en muchas ocasiones, el evento toma un lugar de importancia desmesurado ante otros elementos en la vida de la comunidad.
Cuando el evento es indispensable y necesario para mantener la estructura eclesial, es muy fácil sentirse frustrado cuando no se cumplen las expectativas del mismo y volcar por tanto todo el trabajo y esfuerzo en revitalizar el programa concreto en perjuicio de los procesos. Además, solemos evaluar la salud de la comunidad en base a estos eventos "necesarios".
Los resultados de un evento pueden mostrar algún síntoma en la comunidad, por ejemplo; podemos querer desarrollar la generosidad de la iglesia en reunir fondos para una causa concreta y concluir que la iglesia no es generosa porque no reúne lo esperado o pensar que la iglesia ha dejado de dar importancia a la oración porque no asiste a la reunión prevista para ello... y efectivamente, puede que la iglesia no de con generosidad o haya dejado de ir a la reunión de oración, porque no sea generosa o no le de importancia a dicha disciplina Sin embargo, evaluar la iglesia en base a un evento puede ser un error por al menos dos razones:
- Puede que los miembros no cumplan las expectativas esperadas no porque no compartan los principios que el evento pretende fomentar, sino porque desarrollen ese principio fuera del evento. Por ejemplo, que no den no porque no sean generoso sino porque han preferido apoyar otra causa que les parece de mas sentido o urgencia. O que no vayan a la reunión de oración porque estén orando con otros miembros fuera del programa concreto o simplemente por que les es imposible por cuestiones laborales, familiares etc.
- Puede que los miembros cumplan con las expectativas esperadas en los eventos y sin embargo, no asimilen interiormente el principio que se pretende desarrollar con el evento. Por ejemplo, que den con generosidad para el proyecto o asistan a la reunión de oración, pero no sean de verdad generosos ante el día a día o la oración no les acompañe fuera de reuniones concretas.
Necesitamos por tanto elementos básicos que nos permitan avanzar en la salud de la comunidad y evaluar correctamente, y para ello tendremos que pensar en elementos sencillos y flexibles.
Neil Cole nos propone los "Life Transformation Group" a los que algunos hemos denominado Grupos de Crecimiento (GdC) en España. Estos grupos de no más de cuatro personas nos permiten avanzar como comunidad en el propósito de la iglesia, que no es otro que cumplir con la Gran Comisión y el Gran Mandamiento, sin necesidad de depender de elementos más frágiles como la economía u edificios.
Los Grupos pueden desarrollarse en cualquier lugar, no necesitan de un liderazgo profesional ni de economía concreta, sin embargo, nos permiten experimentar la iglesia en sus propósitos básicos. Recibimos acompañamiento espiritual que nos permiten el discipular y ser discipulados, nos permiten leer la Biblia y orar en contexto, y nos permiten evaluar nuestras vidas en la cotidianidad como base de la verdadera adoración y el servicio relevante. Todo esto, desde un prisma donde el enfoque de la misión está en lo que cada uno hacemos en la vida diaria (nuestras relaciones, nuestros trabajos, nuestras actitudes...)
Podemos añadir a la vida de estos GdC reuniones de diferentes grupos en las casas o edificio de la comunidad, personal asalariado que se encargue de satisfacer necesidades específicas detectadas, veladas de oración etc. No obstante, si vemos interesante añadir diferentes estructuras, no debemos olvidar nunca que con los elementos básicos ya somos iglesia y que la evaluación de la comunidad debe ser siempre con respecto a la vida cotidiana y no en base a las expectativas de eventos, programas o actividades más complejos. No nos conviene ser dependientes de elementos que a la larga pueden ser un estorbo importante para afrontar los retos de una sociedad en continuo cambio.
Es muy triste ver cuantas iglesias locales desaparecen por el hecho de que la vida comunitaria era 100% dependiente de locales o personal asalariado y ante cambios en la economía interna, no encuentran otra solución que desaparecer como comunidad. He de dejar claro que me parece muy correcto si una comunidad decide tener una propiedad común o miembros asalariados para ministerios concretos, he trabajado y trabajo actualmente con personas que perciben ayuda económica por el ministerio que desarrollan y esto puede permitir importantes ventajas para la comunidad, pero será un tremendo peligro hacer depender la vida de la comunidad en tales elementos y evaluar la salud eclesial en base al mantenimiento de los mismos. Sobre todo, en una era post-cristiana donde las estadísticas nos dicen que toda institucionalización va a ser cuestionada y cada vez menos visitada por las nuevas generaciones y en una época de crisis económica donde la economía con la que contábamos puede brillar por su ausencia.
El bienestar en nuestros países nos ha permitido complicar demasiado la vida de iglesia, y al hacerlo, no nos hemos dado cuenta de que hemos escogido el peor vehículo para los tortuosos caminos de la era post-cristiana. Es tiempo para evaluar, para proveer y para fundamentarnos en bases sólidas, dando a cada elemento el verdadero lugar que le corresponde.
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