Los Croods cuenta la historia de una familia cavernícola que viven con estrictas normas para protegerse de los peligros de su entorno. Tienen motivo para ello, han visto a sus vecinos desaparecer por falta de prudencia. Estas normas que han creado les llevan a vivir alrededor de su cueva, donde se sienten seguros, pero a la vez están aislados de una realidad por descubrir. La hija de esta familia, tiene un espíritu aventurero, que le lleva a conocer a un joven itinerante. Este joven, anuncia tiempos de cambios y la necesidad de huir antes de que todo sea destruido. La familia finalmente acaba alejándose de su cueva y descubriendo no solo peligros, sino una realidad apasionante.
La divertida comedia gráfica me hacía pensar en la realidad de que como Iglesia tendemos a ser como Los Croods. Tenemos un temor legítimo: el de perder nuestra identidad en un mundo lleno de tentaciones y peligros, sin embargo, la respuesta a nuestro temor nos sumerge en un estilo de vida lleno de tradiciones rígidas que nos acomodan y nos alejan de nuestro entorno.
El joven itinerante, toda una caricatura de un profeta, me recordó a todo el que anuncia en estos días que las formas en las iglesias convencionales tienen fecha de caducidad y algunas están a punto de perder su función. Si bien, dichas "profecias" aun están por ver si se cumplen, lo que está claro es que la seguridad de la cueva aísla de una apasionante aventura.
La aventura que la iglesia tenemos por delante no es otra que la de ser el Cuerpo de Cristo en la Tierra. Los evangelios y el libro de Hechos nos dan importantes pistas acerca de lo que se espera de nosotros en esa aventura. La cuestión es si estaremos dispuesto a perder nuestra comodidad y adentrarnos en descubrir una nueva manera de vivir, donde la cueva deje de limitar nuestro viaje hacía aquellos con los que debemos estar presentes para identificarnos con ellos, servirles en sus necesidades y predicarles las buenas noticias de la gracia.
La divertida comedia gráfica me hacía pensar en la realidad de que como Iglesia tendemos a ser como Los Croods. Tenemos un temor legítimo: el de perder nuestra identidad en un mundo lleno de tentaciones y peligros, sin embargo, la respuesta a nuestro temor nos sumerge en un estilo de vida lleno de tradiciones rígidas que nos acomodan y nos alejan de nuestro entorno.
El joven itinerante, toda una caricatura de un profeta, me recordó a todo el que anuncia en estos días que las formas en las iglesias convencionales tienen fecha de caducidad y algunas están a punto de perder su función. Si bien, dichas "profecias" aun están por ver si se cumplen, lo que está claro es que la seguridad de la cueva aísla de una apasionante aventura.
La aventura que la iglesia tenemos por delante no es otra que la de ser el Cuerpo de Cristo en la Tierra. Los evangelios y el libro de Hechos nos dan importantes pistas acerca de lo que se espera de nosotros en esa aventura. La cuestión es si estaremos dispuesto a perder nuestra comodidad y adentrarnos en descubrir una nueva manera de vivir, donde la cueva deje de limitar nuestro viaje hacía aquellos con los que debemos estar presentes para identificarnos con ellos, servirles en sus necesidades y predicarles las buenas noticias de la gracia.
Sospecho que al igual que los Croods, al emprender esta aventura, seremos sorprendidos por nuevos niveles de unidad, ya que los peligros e incomodidades nos mostrarán que los verdaderos retos de la iglesia en el S.XXI son imposibles sin comunión genuina. Además, los que se deciden a salir de su comodidad, es posible que no quieran volver atrás, independientemente que la cueva sea o no destruida tal como anuncian los profetas.
marcos6 de noviembre de 2013, 10:03
ResponderEliminarme ha gustado tu reflexión, un fuerte abrazo brother..