Al día siguiente estaba escuchando en una reunión de iglesia a un amigo desde el púlpito, es un buen predicador y para mi un ejemplo en su manera de vivir. El estaba tratando con su mensaje de animarnos al resto de sus hermanos para que creyéramos en la Palabra de Dios y actuáramos en consecuencia. Este hermano empezó a hablar de la necesidad de permitir que Dios quite el tapón que nos tiene estancado y en ese momento esa imagen me fue muy familiar.
Sin embargo, debido a que en los últimos años he estado muy involucrado en un diálogo con líderes de comunidades cristianas alrededor del mundo, no podía dejar de pensar durante el mensaje en un tapón que va más allá del que cada uno podemos tener a nivel personal: el de nuestra eclesiología moderna.
Pensaba en este tapón como uno de los más difíciles de desprender, en parte, porque hay una gran ignorancia de que exista y además porque no solo depende de uno mismo para librarnos de él. Todavía, en la cristiandad, se sigue pensando que la manera en la que hacemos iglesia es la más adecuada y bíblica para el crecimiento del pueblo de Dios, y es por ello que pocos se atreven a revisar nuestra eclesiología y el papel del discipulado bíblico en ella. Además la espiritualidad en nuestro occidente se vive de manera muy individualizada y eso de revisar nuestros métodos de discipulado comunitario parece irrelevante para el crecimiento espiritual de la iglesia.
Voy a atreverme a nombrar dos elementos de este tapón al que me refiero:
- Una fe centrada en un edificio y un día
Por supuesto, los cristianos debemos reunirnos, y debemos hacerlo en algún sitio y momento. Quiero aclarar que el lugar en el que decidamos me parece en principio irrelevante así como el día. Sin embargo, lo que me preocupa es que la fe se centre en reuniones. Cuando los miembros de la iglesia solo están conectados por causa de una reunión a la semana, tenemos un problema grave.
Podemos animar desde los lugares elevados a que los miembros vivan en relaciones naturales y auténticas y seguramente lo que digamos tendrá mucho sentido. Pero eso no nos libra de la responsabilidad de estar ofreciendo una manera concreta de vivir la comunidad, que nos lleva con frecuencia a evaluar nuestra vida de iglesia en base al número de asistentes a los programas.
Tristemente, hoy podemos encontrarnos con cristianos que no se conocen en intimidad, que no comparten sus cargas, que no oran unos por otros, y que si lo hacen no impactan en sus entornos cotidianos... pero si la asistencia a las reuniones es numérica, todo lo anterior puede pasar desapercibido, ya que el liderazgo seguirá manteniendo lo que se considera básico y esencial para ser iglesia: la reunión dominical.
- Una fe centrada en un liderazgo piramidal
Añadido a lo anterior tenemos la realidad de que cuando nos reunimos, el ministerio de edificación se concentra en unos pocos, creando un efecto consumista indeseado en el resto.
Este modelo, contrasta con el ejemplo del Nuevo Testamento, donde cada miembro, en las reuniones regulares de la comunidad cristiana, tenía la oportunidad de aportar al resto del cuerpo (1ª Corintios 12-14), y donde "los unos a los otros" era la filosofía de la reunión en si misma.
Sin embargo, si conoces a Jesús en una iglesia convencional, es muy difícil que aprendas a manejarte en un formato así y por tanto, que podamos entender la profundidad de Pablo al expresar la idea de que solo Cristo es la cabeza y que se revela a través de cada miembro. Por el contrario, aprendes que es necesario un clero, es decir, unos pocos profesionales que instruyan al resto monopolizando el mayor tiempo en el que los cristianos se reúnen.
Esto en parte es fruto, desde mi punto de vista, de un mal entendimiento de lo que es supervisar a la grey de Dios y pastorearla, sustituyendo el modelo ejemplar de ancianos entre el pueblo, por el modelo piramidal de profesionales sobre el pueblo (Lucas 22:25-26).
Alternativa
Podemos seguir con los elemento anteriores en medio de la comunidad y tratar de responsabilizar a los miembros de que deben preocuparse los unos de los otros lo cual es crucial para cumplir nuestra misión. Pero cuando ni la misión, ni los unos a los otros, son elementos donde se centra nuestra fe, ni nuestra eclesiología, ¿no estaremos poniendo una carga en ellos que ni los líderes actuales son capaces de llevar?
Si tan importante es la misión y los unos a los otros, ¿por qué nuestra eclesiología está centrada en otras cosas?
No quiero dedicar más espacio en este artículo, pero tampoco me quiero quedar en la deconstrucción, es por ello que en este punto, se me ocurre proponer la lectura de un libro que, como dice Alan Hirsch, "presenta una visión positiva de aquello en lo que la iglesia se puede convertir si verdaderamente nosotros volvemos a abrazar formas más orgánicas y menos institucionales para ella".
Se trata de "Iglesia Reconfigurada" del autor Frank Viola donde se nos cuenta de una iglesia libre de convencionalidades, formada en la intimidad espiritual y desarrollada sin las limitaciones causadas por cuatro paredes. El activista Shane Claiborne comenta tras leer la obra:"Que las palabras de desafío de Viola se conviertan en el cambio que deseamos ver en la iglesia... y que no nos contentemos con nada menos que el sueño de Dios para ella."
Mi hermano y compañero Juanjo de Madrid, autor del blog "Iglesia Orgánica Misional", escribió en las redes sociales lo siguiente: "Los profetas de Dios aparecen cuando Dios tiene un cambio en marcha" y creo que en estos tiempos hay un mensaje del Espíritu que no deja de incomodarnos, ¿será porque Dios quiere que colaboremos en un gran desatasco?
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